viernes, 16 de febrero de 2018

Crimen y telón

idea original y creación colectiva: Ron Lalá. Texto: Álvaro Tato. Dirección: Yayo Cáceres.
una producción de Ron Lalá.
con Juan Cañas, Íñigo Echevarría, Fran García, Miguel Magdalena y Daniel Rovalher.

16 de febrero de 2018. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 90’ aprox.

En 2038 hace tiempo que todas las artes han sido prohibidas en Ciudad Tierra. En un escenario clandestino aparece (y luego desaparece) el cadáver del Teatro. El teniente Blanco, de la Agencia Anti Arte, deberá aclarar lo sucedido. También lo investiga el detective Noir, un antiguo adicto a la poesía que, para resolver el crimen, contactará en los bajos fondos con Comedio y Tragedio, los lugartenientes de ese arte aparentemente asesinado.

La especialidad de los ronlaleros no es solo actualizar el pasado para reivindicar magistralmente nuestro teatro. Con Siglo de Oro, siglo de ahora (Folía), En un lugar del Quijote y Cervantina nos convirtieron en devotos de su alegría, ironía, humor y velocidad (y también de su música). Pero ahora los fieles de esta religión escénica con voluntad ecuménica hemos sido invitados a una descacharrante ceremonia prospectiva con aires de género negro en la que somos partícipes de la investigación sobre un crimen que se está forjando en este presente extraño en el que el poder parece empeñado en acabar con el teatro pero el teatro (por ejemplo esta noche) se muestra más poderoso que nunca. Con un programa de mano que no tiene desperdicio nos preparamos para esta hora y media impagable que demuestra una vez más que es posible dar que pensar y hacer reir al mismo tiempo. El ritmo de los ronlaleros es trepidante, su lenguaje intencionado, su recorrido por el espacio teatral exhaustivo y su repaso histórico vertiginoso y completo. Así  que no es difícil que uno pierda de vista los hechos de esta investigación detectivesca que se remonta con Edipo a los orígenes de un arte que no reconoce padre ni madre y que llega hasta las vanguardias metateatrales que se miran el ombligo desde el escenario. Para que no nos perdamos, el detective Noir abre y cierra notas de voz que luego repasa (como en aquellos inolvidables "abro paréntesis, cierro paréntesis" de Siglo de Oro, siglo de ahora) haciendo que, aunque las partes ya componen un conjunto magnífico que nos mantiene hipnotizados, tengamos claro qué pretenden los textos y subtextos de este todo teatral omniabarcante. A la salida uno se siente orgulloso de vivir en una de esas ciudades que valoran y llenan sus teatros porque saben que en ellos se oficia ese arte total en el que se hermanan la poesía y la lucidez. Desde luego, los de Ron Lalá son maestros en conseguirlo. No sé lo que pasará con el teatro en 2038, pero en despertar la reflexión hilarante este siglo ha empezado siendo ronlalero.