sábado, 8 de octubre de 2016

El triángulo azul

de Laila Ripoll y Mariano Llorente. Dirección: Laila Ripoll.
una producción del Centro Dramático Nacional y Micomicón Teatro.
con Manuel Agredano, Elisabet Altube, Marcos León, Mariano Llorente, Antonio Sarrió, Ángel Solo y Jorge Varandela. Músicos: Carlos Blázquez, Carlos Gonzalvo y David Sanz.
 
8 de octubre de 2016. Teatro Jovellanos, Gijón. 135’ aprox.


Españoles en Mauthausen. El horror y la resistencia. Y el afán de rescatar las fotografías que servirían para que aquella infamia no pudiera ser negada.

"Españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras". En Austria. En 1945. En español. La fotografía de esa gran pancarta colgada entre las dos torres a la entrada de Mauthausen (se puede ver en la última página del programa de mano) debería estar tan presente en nuestro imaginario nacional como la escena de la bandera de Iwo Jima lo está en el de los americanos. Pero aquí no. Aquí quitar de las calles algunos nombres aún molesta a una derecha que nos quiere amnésicos o engañados (como Esperanza Aguirre a propósito de Millán Astray). Una "S" en medio de un triángulo azul identificaba a aquellos miles de españoles a los que Franco convirtió en apátridas y condenó al exterminio. Esta obra nos lo recuerda con crudeza, pero también con músicas alegres como las que seguramente algunos de aquellos compatriotas utilizaban para evadirse del horror. La historia heroica de las fotografías salvadas por los nuestros me hace recordar la de El hijo de Saúl. En la extraordinaria película de László Nemes la aspereza de los sonidos nos acercaba a esos lugares terribles que las imágenes dejaban siempre fuera de campo. En El triángulo azul el sonido es también muy molesto para el espectador. Pero por lo contrario. Porque la alegría de esa música tan bien interpretada y la ironía de esas letras que hacen mofa del calvario resultan dolorosamente impertinentes. Hasta el punto que uno siente que falta distancia. Entre la obra y el respeto debido al terrible drama que se muestra. Entre el espectador y esos personajes que, intentando sobrevivir, seguramente reirían en medio de aquel infierno. Ningún reproche a la puesta en escena. Ni al protagonismo de ese alemán que nos va guiando en una historia tan terrible como esta. El triángulo azul es teatro necesario al borde del abismo.