viernes, 29 de mayo de 2015

El nombre

de Mathiew Delaporte y Alexandre de la Patellière. Versión: Jordi Galcerán. Dirección Gabriel Olivares.
con Amparo Larrañaga. Antonio Molero, César Camino, Jorge Bosch y Kira Miró.
 
29 de mayo de 2015. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 90’ aprox.


Cinco amigos se reúnen para cenar. Son un hermano, una hermana, sus parejas y un amigo músico del que se desvelará un secreto tras una tensa discusión a partir de una pequeña broma sobre el nombre que una de las parejas le pondrá a su hijo: Adolf.

La síntesis del párrafo anterior podría ser la de un estupendo drama dialogado a lo Yasmina Reza (más como Un dios salvaje que como Arte). Pero aquí viene en formato de comedia llena de resortes para que el público se ría. Para ponernos en situación, una voz en off nos va describiendo a los personajes mientras los actores entran en el escenario y en una pantalla se proyectan los títulos de crédito (también se nos indica que la cosa está patrocinada por una marca de coches). Al final, volverán la pantalla, la voz en off y unos vídeos sobre el futuro de los personajes. El nombre es teatro encapsulado en marcos cinematográficos convencionales y comerciales. El engranaje entre los actores funciona y la mayoría del público se divierte mucho con estos personajes caníbales que aderezan esta cena con tópicos que no excluyen aliños machistas y homófobos. A algunos los encuentro sobreactuados y no dejo de ver a los actores por encima de sus personajes. Como dice Jerónimo Granda: tiene que haber de todo. También en el teatro.

sábado, 23 de mayo de 2015

Trinidad

de Ana F. Valbuena. Dirección: Nacho Sevilla.
Hilvanando Producciones.
con Cristina Bernal, Marta Guerras y Lorena Toré.

23 de mayo de 2015. Centro Niemeyer (varios espacios), Avilés. 90’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer.


En la España de Elena Francis dos mujeres de provincias son felices en una buhardilla. Son Sole, una modista que lo dejó todo por amor, y Trinidad, una jovencita cautivadora y juguetona que le da la vida. Un día aparece Ángela, una viuda rica que les propone formar un triángulo perfecto. 

Un rincon del foyer superior del auditorio del Niemeyer se convierte en la buhardilla de estas amantes deliciosas que nos llegan desde La Casa de la Portera (una lástima que cierre en pocas semanas, seguiremos yendo a La Pensión de las Pulgas). En él se desarrolla un primer acto magnífico en el que compartimos la intimidad insular de estas mujeres para las que el ostracismo no parece condena. Luego las acompañamos a otro rincón del auditorio para ver a Trinidad convertida en vértice de un triángulo que quizá no sea solo el que forma con esas dos mujeres que la aman, sino también el que vincula a esa joven España que en los años sesenta aún estaba por venir con los que ganaron y los que perdieron la guerra. Lorena Toré y Marta Guerras bordan sus personajes de Sole y Trinidad desde el estupendo arranque en esa luminosa mañana de amor. Cristina Bernal está poderosa encarnando a esa mujer reprimida a la que tienta ese amor distinto. Así que la de hoy ha sido otra noche magnífica en este Off-Niemeyer que, en cualquiera de sus espacios, resulta ideal para lo mejorcito de ese gran teatro de pequeño formato que últimamente hace tan tentadora la cartelera madrileña. Las tres actrices recibieron un merecido y largo aplauso de un público que, puesto en pie, supo agradecerles ese perfecto triángulo interpretativo con el que demostraron lo difícil que es construir triángulos amorosos perfectos.

viernes, 15 de mayo de 2015

Los nadadores nocturnos

de José Manuel Mora. Dirección: Carlota Ferrer.
Producción: Draft.inn.
con Joaquín Hinojosa, Óscar de la Fuente, Miranda Gas, Jorge Machín, Ricardo Santana, Paloma Díaz y Esther Ortega.

15 de mayo de 2015. Centro Niemeyer (Auditorio), Avilés. 90’ aprox.


Seis nadadores se encuentran cada noche en una piscina. Son gente corriente que siente el extrañamiento en la ciudad, en los afectos y hasta en el cuerpo. Tienen un líder que los protege y con el que comparten ceremonias. Las de la orden de los nadadores nocturnos.

La propuesta es extraña y poderosa. A medio camino entre la coreografía y el teatro. También hay música y video. Y mucho rojo. Son cuasipersonajes de los que intuimos retazos de sus vidas en el espacio anónimo y compartido de una piscina nocturna. El texto de José Manuel Mora me recuerda el existencialismo triste del Pablo Messiez de Las palabras. Y eso deja fuera a esa parte del público que necesita un planteamiento, un nudo y un desenlace. Esa que no sonríe cuando los personajes hablan de "Vodafone-Sol, Teatro María Guerrero-BBVA, Teatro Español-Conferencia Episcopal..." Con esa letanía nos recuerdan que el surrealismo no está solo en los teatros, sino que el más canalla ya está alienando el corazón de las ciudades. Los actores están impresionantes componiendo una obra que tiene mucho de expresión coreográfica. Y que rompe una y otra vez la cuarta pared desde que el maestro de ceremonias se dirige a nosotros micrófono en mano hasta ese al final en que un enorme pez sale del escenario y avanza sobre nuestras cabezas. Quizá para recordarnos que estamos tan sumergidos que ni siquiera somos nadadores nocturnos.

domingo, 10 de mayo de 2015

El ojo de la aguja

basada en La señorita Julia de A. Strindberg. Dirección y adaptación: Estefanía Cortés.
con Esther Acebo, Sergio Pozo e Irene Escalada.
 
10 de mayo de 2015. La PENSIÓN de las PULGAS, Madrid. 60’  aprox.

La señorita Julia de Strindberg en versión actualizada. Aquí ella es la hija de un rico empresario y él es el chófer. La noche transcurre en una oficina, pero el drama es el mismo: el de las consecuencias de la transgresión de los límites entre las clases y entre los sexos.
 
Hace solo tres meses que vi la versión cinematográfica dirigida por Liv Ullmann de esta historia clásica. Cine teatral para contar en dos horas una noche intensa entre el morbo y el drama. El reto de Estefanía Cortés es bien notable: actualizar la historia en un espacio tan íntimo como este y en solo una hora. Pero lo consigue con unos actores que transmiten una tensión sexual que para si hubieran querido los del Vooyeur que vimos ayer. Esther Acebo está magnífica en el papel de esa mujer rica que quiere traspasar el ojo de la aguja. Sergio Pozo aporta la fuerza que en el segundo tramo necesita su personaje para convertirse en un canalla. E Irene Escalada está solvente como esa secretaria diligente que no puede competir con esta señorita Julia. Tanta pasión y tanto drama tan cerca es un lujo para quienes pudimos disfrutar de esta experiencia de teatro íntimo en sesión matinal. 

sábado, 9 de mayo de 2015

Vooyeur

de Patricia Jordá. Director: Luis Andrés.
Un espectáculo de La Trapa Produce.
con Ana Adams, Carmen del Conte, Marta Flich, Alda Lozano, Iban Malo, Patricia Jordá, Rodrigo Ramírez, Mario de la Rosa y José Ygarza.
 
9 de mayo de 2015. Teatro Galileo, Madrid. 105’ aprox.


La primera mujer creada por Dios no fue expulsada del paraíso. Huyó de Adán en busca de formas mejores de vivir el sexo. Y eso es lo que veremos en diversas escenas dentro y fuera del escenario. Un encuentro en la oscuridad entre una pareja que vuelve a amarse como cuando eran niños, unos actores que notan que se desean mientras preparan una función en la que sus personajes se aman, un trío en el que ella es la lideresa, un ejecutivo con corbata que tiene una conversación erótica con su mujer desde la oficina, un matrimonio que habla de sexo como si fueran un escritor y su editora y que lo practican sin tocarse. Y de nuevo esa Eva liberada que nos despide desde el escenario.

Me encantan esas obras de pequeño formato en las que los espectadores seguimos a los actores por diferentes espacios. En La Casa de la Portera o en La Pensión de las Pulgas son frecuentes. Tras haber disfrutado de permutaciones entre escenarios  tan inolvidables como las de Carne Viva de Denise Despeyroux o las de aquel magnífico Cart Macabre que trajo el Old Vic de Londres a la Cúpula del Niemeyer hace cuatro años, no podía dejar pasar la oportunidad de participar en lo que se anunciaba como una experiencia de voyeurismo itinerante. Pero ni como vivencia teatral ni como incentivo erótico este Vooyeur me resulta estimulante. Las dos mejores escenas me parecen las del encuentro en la oscuridad y la del oficinista, precisamente las dos que se desarrollan en espacios pequeños lejos del escenario. Pero las transiciones y los regresos a la butaca no me convencen. Se pierde el encanto de lo que parecía que iba a ser un periplo enmascarado a la búsqueda de encuentros íntimos. De hecho, creo que el espectáculo escora más hacia lo hilarate (en el trío, la interpretación de la chica me parece el justo medio entre Lina Morgan y Verónica Forqué) que hacia lo libidinoso. Todo está bien interpretado, pero no me siento más voyeur que cualquier otro día en el teatro.

viernes, 8 de mayo de 2015

El testamento de María

de Colm Tóibín. Adaptación y dirección: Agustí Villaronga.
Una Producción de TESTAMENTO.
con Blanca Portillo.
 
8 de mayo de 2015. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 80’ aprox.


María nos cuenta la verdad. No la que están escribiendo los evangelistas. La que ella vivió con un hijo que empezó a decir cosas extrañas y acabó crucificado. Desde su vejez nos dice que no está segura de la resurrección de Lázaro y que no entiende lo que pasó en la boda de Caná. Lo que sí recuerda es que no se quedó al pie de la cruz y que cada día sufre porque no hizo lo que dirán de ella los evangelistas.  

Blanca Portillo es la virgen. No por este personaje que reniega de ser la madre de Dios, sino porque desde el primer instante del monólogo demuestra ser una actriz superlativa. Habla y se mueve como una sexagenaria doliente y escéptica que vive sola y a la que importunan las visitas de los que quieren construir un relato para la posteridad. Sus gestos y sus palabras son tan poderosas que cautivarían al espectador aunque estuviera hablando en hebreo. Y está magníficamente acompañada por una escenografía que crea un espacio que tiene algo de casa antigua y de taller artesano. La iluminación y el vestuario son también las de una obra mayor. Pero lo que me falla es el texto y la idea. Se me hace extraña esta reivindicación de otro tipo de dolor para un personaje que nunca ha sido secundario. Una María laica no puede distanciarse de las malas compañías de su hijo sin renegar también de su parte en el relato. De que los evangelistas le hagan decir "hágase en mi según tu palabra". Debería renegar de todo, no solo de lo que pasó en la colina. Y esta María humanizada debería reivindicar con más fuerza a aquel padre que se ha convertido en arquetipo de una masculinidad postergada. Más que el de María sería el de José el punto de vista interesante. El del pobre hombre que nunca fue otra cosa y al que ningún relato emparenta con Dios. Lo que pudiera haber dicho ese hombre sobre él y sobre ella quizá sí podría ser interesante. Mucho más que lo que dice esta María que ha tenido la suerte de ser encarnada por una actriz que es la virgen.