viernes, 14 de noviembre de 2014

Novecento. La leyenda del pianista en el océano

de Alessandro Baricco. Dirección: Javier Daulte. 
Una producción de Pablo Kompel.
con Darío Grandinetti
 
14 de noviembre de 2014. Teatro Metropolitan, Buenos Aires. 70’ aprox.


Novecento fue un pianista prodigioso que vivió siempre en el barco en el que seguramente nació. Un trompetista amigo evoca su legendaria historia. Desde que lo encontraron en una caja sobre un piano hasta que esperó sentado sobre sacos de dinamita el final de ese barco del que nunca llegó a salir.

Una semana intensa de congreso en Buenos Aires. He tenido tres mesas redondas, una conferencia, una comunicación y hasta una charla tipo TED y una entrevista de televisión. Ha sido una delicia poder reencontrarme estos días con buenos amigos y compartir momentos muy gratos con colegas que conocía de antes o que me he encontrado ahora. También ha habido ocasión para disfrutar un poquito de la magnífica vida cultural de Buenos Aires (mañana intentaré ver, si puedo, alguna película). Incluso en el propio congreso, porque en la inauguración del miércoles en el Gran Rex pudimos disfrutar lo indecible con la inolvidable intervención de Skármeta que nos habló en clave autobiográfica de la relación entre la vida, la literatura y la educación. El acto inaugural incluyó también un conciertazo de Estrella Morente a la que se veía feliz de traer su Autorretrato a esta ciudad -y yo de poder verla en este impresionante espacio que hace parecer íntimo el Jovellanos de Gijón en que la vimos en febrero-). La clausura ha sido esta tarde en el aula magna de la facultad de Derecho (con mensaje epistolar de Lula incluido) y terminó con un concierto de La Sole del que solo pude escuchar la primera canción. Y es que no podía dejar pasar la oportunidad de  ver a Darío Grandinetti interpretando en Corrientes este magnífico monólogo de Alessandro Baricco en versión de Javier Daulte. Grandinetti es un actor que me encanta y cuyas últimas obras en el Metropol han coincidido con estancias mías en el Novotel que está justo enfrente (la agenda no me permitió ver Baraka, pero sí Mineros en 2012). Esta noche ha estado inmenso con un texto que le obligaba a darlo todo como narrador de un relato en el que casi nos hace ver a ese personaje enigmático y nos cautiva con la historia legendaria de ese pianista que nunca se atrevió a bajar del barco. Pero también ha estado magistral interpretando con leves trazos los perfiles evocados de otros muchos personajes. Una delicia poder estar presente en esta prueba contundente de que este actor al que tanto quiere la cámara (solo hay que ver la primera escena de Relatos salvajes) es también muy grande sobre las tablas. El texto (con honduras existenciales pero sin subrayados innecesarios) y la puesta en escena (sencilla pero muy eficaz) demuestran también el buen hacer de un Javier Daulte al que también hemos visto dirigir en el Palacio Valdés de Avilés (Nunca estuviste tan adorable) y aquí en Buenos Aires en montajes más clásicos (como Mineros) o innovadores (como 4D Óptico). Una delicia, por tanto, esta última noche en esta ciudad que tanto me gusta y que solo tiene un defecto: los miles de kilómetros que la separan de mi casa. Volveré. 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Un obús en el corazón

de Wajdi Mouawad. Dirección: Santiago Sánchez. 
Una producción de L'Om-Imprebís.
con Hovik Keuchkerian
 
7 de noviembre de 2014. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 80’ aprox. Estreno absoluto
.

El personaje sube al escenario. Perece perplejo. Comienza hablándonos de lo difícil que es saber cuándo empieza una historia. Y cuándo termina. Luego vemos la suya. La de una noche de invierno que comienza con una llamada en el móvil y termina en un hospital frente a la madre muerta. Una historia que también está hecha con los miedos infantiles que ahora se desvanecen. Y con las reflexiones sobre cómo el "antes" no es nada cuando se es niño y lo es todo cuando se deja de serlo.

Una historia a cuerpo limpio. Un solo personaje en un escenario mínimo (un sofa y un sillón) que se conviente en muchos lugares. Lo vemos en su casa. Sentado en el autobús que le lleva al hospital. Atrapado de niño en otro autobús en medio de una guerra. Avanzando entre la nieve en una ciudad  del norte. Velando el dolor de su madre en noches insomnes. Sufriendo la agonía de verla morir. Y deshaciéndose en ese momento de los terrores de antes. Todas esas evocaciones me parecen impecables. Aprecio el buen trabajo de Hovik Keuchkerian para que las sintamos ante nosotros con unos recursos muy contenidos y magníficamente dispuestos por la buena dirección de Santiago Sánchez. Pero el conjunto me confunde. Acepto que, más allá de interpretaciones edípicas, la estructura debe hallarse en territorios tan poco aptos para vertebrar nada como son los de los sueños o los de la locura. Se me hace extraño este texto sombrío de Wajdi Mouawad, un autor del que aprecié la magnífica precisión con que nos enviaba aquel verdadero obús en el corazón que era Incendies (al menos en  la versión cinematográfica que dirigió Denis Villeneuve). Aquí todo es más confuso. Y siento que me sacan de la obra algunos de los subrayados reflexivos que ha de decir Keuchkerian, un actor que se ha plantado a porta gayola en esta noche de estreno.